jueves, 31 de mayo de 2007



LAS CONSECUENCIAS DEL FANATISMO RELIGIOSO, LOS FUNDAMENTALISTAS.

En más de una ocasión he sido consultado sobre los evangélicos, ya que para la mayoría de las personas éstos constituyen un sólo grupo, pero sin embargo no es así, ya que hay varias corrientes, por decirlo de alguna manera, lo que se puede comprender a la luz de la obra misionera foránea hacia Latinoamérica.
También para varios que consultaron acerca del por qué del fanatismo de algunos cristianos evangélicos, me atreví a escribir este ensayo como un aporte para contribuir a la opinión cultural acerca de los fundamentalistas.
Partiremos buscando una definición ¿Qué es un fundamentalista? “… es alguien que niega todo discurso, un fanático con el que no se puede hablar”. Ésta sería la definición crítica del fundamentalismo. Otra de carácter apologético diría quizá: “Un hombre para el que algo es sagrado y que no está dispuesto a negociarlo.”1

De este modo podemos dibujar los contornos del problema que en nuestra sociedad se esconde tras el término fundamentalismo.

“Se denomina fundamentalismo a distintas corrientes religiosas que promueven la interpretación literal de un texto como «fundamental», como autoridad máxima, (por ejemplo el Coran o la Biblia) ante el cual ninguna otra autoridad puede invocarse y que debería imponerse sobre las leyes de la sociedad democrática.”2


Ahora bien, podemos decir que en el ámbito cristiano criollo el fundamentalismo se manifiesta en más de una forma, veamos:

En Primer lugar, encontramos la interpretación literal de la Biblia (Hermenéutica) sacada de contexto para hacer una afirmación esto, se ve a menudo en el mundo Protestante, en la Iglesia Presbiteriana, Metodistas Independientes y la Iglesia Bautista chilena. Pero también debemos ver este fenómeno a la luz de los protestantes americanos, quienes están en contra de la ilustración científica y la hermenéutica teológica, también éstos niegan la teoría de la evolución, no aceptan el divorcio, las relaciones prematrimoniales, etc. En décadas pasadas se usó mucho el término “mundano” para descalificar a aquellos que no compartían la fe de cada grupo. Y por cierto, no son ecuménicos, ellos no aceptan la unidad de los cristianos, al no tranzar con la unidad humanista cristiana que se entiende que promueve el ecumenismo (Islam, Judaísmo, Ortodoxo...).

En segundo lugar, el pluralismo religioso de la post-modernidad que hace surgir nuevos actores en el ámbito social, sean estos iglesias o movimientos que imponen sus normas tradicionales y valóricas y en lo doctrinal cuyo propósito es fortalecer la identidad confesional. Esta reacción es frente a los complejos procesos de la globalización en las Iglesias Reformadas donde encontramos algunas que están asociadas a una idea de no ser ecuménico pero sí son fundamentalistas; ahora bien, hay que comprender esta opción por la influencia de la Iglesia Fundamentalista norteamericana venido del puritanismo cuya influencia se vio en los misioneros llegados a Latinoamérica, sean estos bautistas, metodistas, presbiterianos, reformados (Calvino, Zuinglio, Knox)
En tercer lugar, la historia nos ayudará a comprender este fenómeno en el ámbito religioso-cristiano por eso hay que dejar claro que un fundamentalismo suficientemente radical no entra en conflicto ni con la lógica ni con la experiencia. Es así que el fundamentalismo cristiano es un fenómeno en gran medida protestante. “Que dejen prevalecer la Palabra y no se les dé las gracias por ello...” Esta aseveración de Lutero presenta la Reforma como un movimiento fundamentalista, de regreso a los orígenes, lo que significa sobre todo, regresar a la identidad.




Regresemos a las expresiones criollas del fundamentalismo de aquellos que tenemos raíces luteranas (La Reforma) en las convicciones de la fe, en que el intérprete es uno mismo, así como el análisis bíblico de pasajes que nos dan enseñanzas de la vida, aunque el que es fundamentalista lo va hacer literalmente o va buscar una pasaje para justificar su acción fuera de contexto y sin la ayuda de la hermenéutica teológica, aun cuando no tiene por qué saber de esta ciencia, pero él debiera contar con un guía que conozca o tenga la influencia del fundamentalismo foráneo o criollo, en última instancia le queda el recurso de la revisión del texto, ya que a su vez éste sólo se da como interpretado, porque leer es ya interpretar. El fundamentalismo cree poder sustraerse a este círculo hermenéutico que parece tornar todo arbitrario y todo -hasta el ateísmo compatible con la Biblia- mediante una literalidad del texto aparentemente libre de interpretaciones.


La historia enseña que de tales lecturas literales de determinados textos siempre han emanado impulsos de revitalización y renovación de tradiciones. Como ejemplo, puede bastar San Francisco con su interpretación literal de algunas partes del Evangelio referidas a la pobreza. Pero igualmente claro es que cada una de estas reformas tenía a su vez que constituir algo así como una ortodoxia, es decir, una tradición interpretativa vinculante y fundante de una identidad.

Naturalmente, el protestantismo y la ortodoxia siempre han tenido un estatuto precario, porque los escritos en los que se basan no pueden apoyarse por su parte en una autoridad interpretativa específica, basada en la escritura.

Por lo tanto, de este modo, la ortodoxia ( opinión recta y verdadera) protestante siempre estuvo amenazada por dos flancos: por el lado de la crítica histórica( el examen critico de las luchas, teorías y practicas revolucionarias del pasado) o ilustración científica ( esta consiste el dibujar a partir de una ciencia) y por el lado del utopismo (que es prometer mas allá de lo que se puede hacer) , que invoca directamente el testimonio del Espíritu Santo en el iluminado lector de la Escritura. La ortodoxia, en cambio, es una construcción intelectual. Presupone una instancia legitimadora de la evolución de la doctrina, es decir, una instancia que se remonte al origen y la tradición. El fundamentalismo es, por así decirlo, su contrafigura protestante.

1.Robert Spaemann, revista Atlántida, junio-sept. 1992
2.Wikipedia








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