Después de un tiempo de reflexionar en diferentes temas de la columna de este medio electrónico, donde he ido dando a conocer mis opiniones, como por ejemplo, al hablar del Opus Dei, de política partidista, de temas contingentes, religión y política, de los fenómenos sociales minoritarios como las Pandillas, hablar del pensamiento de los fundamentalistas y otros, es propicio ahora dar una mirada al Laicismo, que siempre ha sido “la doctrina que defiende la independencia de la sociedad y del Estado de toda influencia eclesiástica o religiosa y siempre ha sido la inspiración para que en la sociedad, particularmente en las escuelas, por respeto a la conciencia de cada ciudadano, no se introduzca ni establezca ningún dogma religioso”. Favorecer a un culto es marginar a otros.
Por otro lado, el laicismo permitió la secularización de los derechos y las libertades fundamentales a la vez que contribuyó a consolidar las instituciones democráticas en un plano de mayor igualdad y tolerancia: recordemos la Carta Fundamental de 1925 y el aporte de los laicos , en sus más diversas manifestaciones desde los albores de la Republica. Correspondió al laicismo y a sus figuras patrióticas, tales como los Carrera, O’higgins, Francisco de Miranda, el mismo Simón Bolívar, etc., y esta figuras libertarias más esclarecida la inmensa tarea de desprenderse de el único dogma , conque se sometió por decenas de años, a pueblos enteros. ¡Cuánto se luchó por tener derecho siquiera a enterrarse sin estigmas ni prohibiciones!. De hecho, recientemente en el mes de octubre pasado, se recordó el patio de los disidentes.
Por otro lado, el laicismo permitió la secularización de los derechos y las libertades fundamentales a la vez que contribuyó a consolidar las instituciones democráticas en un plano de mayor igualdad y tolerancia: recordemos la Carta Fundamental de 1925 y el aporte de los laicos , en sus más diversas manifestaciones desde los albores de la Republica. Correspondió al laicismo y a sus figuras patrióticas, tales como los Carrera, O’higgins, Francisco de Miranda, el mismo Simón Bolívar, etc., y esta figuras libertarias más esclarecida la inmensa tarea de desprenderse de el único dogma , conque se sometió por decenas de años, a pueblos enteros. ¡Cuánto se luchó por tener derecho siquiera a enterrarse sin estigmas ni prohibiciones!. De hecho, recientemente en el mes de octubre pasado, se recordó el patio de los disidentes.
La lucha del laicismo, con más o menos éxito, aún separado y disperso como ha estado,” ha sido capaz de enfrentarse a todos los totalitarismos religiosos, a los dogmas eternos e inamovibles y a los poderes sacramentales definitivos e inapelables, destinados a mantener a la sociedad bajo la dependencia de la jerarquía institucional religiosa- por otra parte- con la pretensión de regentar las conciencias y legitimar los gobiernos”; ya en 1520 el obispo español Diego de Landa hizo quemar en una plaza pública los libros de los Mayas, afectando una cultura milenaria, demostrando con ello su fanatismo.
El laicismo,”lentamente va liberando al hombre de la servidumbre conque han querido someterlo los movimientos fundamentalistas e integristas, -es una declaración que trasciende más allá de las fronteras.- En nombre de la infalibilidad literal de los textos Sagrados y la inamovilidad de las tradiciones se ha querido coartar la libertad de conciencia.” Pero no crea que sólo con la separación de la Iglesia y del Estado se logra un Estado Laico que reconozca de veras la libertad de conciencia y los derechos fundamentales del hombre, sino que se necesita, como base ineludible e inequívoca, una sociedad que crezca y se desarrolle en un ambiente de paz, diversidad y pluralidad en lo político y moral. Por lo tanto, es casi un mito que el Estado es laico o llegue a serlo, cierto?
Ahora bien, desde 1790, cuando se emprende la tarea de definir en América Latina los límites de nuestros Estados, tal como ocurrió en África y el Cercano Oriente, nuestras fronteras fueran trazadas según los intereses políticos y religiosos de los centros dominantes, sin tomar en cuenta las fronteras étnicas ni las regiones geohistóricas antiguas. “El único dogma, violentando la libertad de conciencia, terminó por imponer a la población sus convicciones arbitrarias y por dejar a los indígenas sin acceso a los centros urbanos, a los bienes y beneficios rurales. Aún hoy, con centenarios padecimientos, los indígenas suelen vivir 10 años menos.” Pero sin embargo, estas mismas etnias se han incorporado a diferentes dogmas y también todos aquellos que no somos de una etnia, hemos sido catalogados de usurpadores.
Así, el laicismo, por cierto, es patrimonio de la soberanía popular y de la libre determinación de hombres y mujeres, porque permite la emancipación de todos aquellos poderes que limitan la justicia, la libertad, educacional y religiosa y la expresión de todos los proyectos éticos contemporáneos. Sobre bases laicas, no místicas ni sectarias, las ideas pueden desarrollarse en un ambiente de comprensión y tolerancia sin imposiciones que lesionen y perturben el libre ejercicio del pensamiento. La sociedad no es un recinto teologal, sino un lugar de entendimiento humanista, de respeto a todas las creencias y base legítima del Estado.
En una sociedad que debe estimular la libertad individual y el derecho a la libre opción política, no pueden tener cabida el autoritarismo político ni el dogmatismo religioso. La ciencia, la educación, el arte, el gobierno y la creación en sí misma, suelen expresar opciones religiosas y políticas, pero no pueden estar limitados por la opresión del pensamiento arbitrario e intolerante. Después de la dura lucha desarrollada desde el siglo XVIII en que la iglesia y el estado se disputaron la escuela y la universidad, “el laicismo moderno ha tenido que levantarse frente al restauracionismo romano ante sus pretensiones de revitalizar a la iglesia como poder político y ha tenido que engrosar su voz respecto de las sectas y grupos religiosos excluyentes con signos de limpiezas étnicas.”
Se ha dicho que en los 40 años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), se registraron 88 guerras mientras que desde 1945 han estallado cerca de 200 guerras de alta intensidad, la mayor parte a consecuencia de conflictos étnicos y religiosos (Yugoslavia, Serbia, Ruanda, Somalia, Sudán, Burundi, Georgia, Chechenia, Timor Oriental, etc.), que han constituido peligros de la magnitud de los originados por la Guerra Fría (1949-1990).
Así, el laicismo a pesar de su inorganicidad, ha levantado su voz ante la formación de gobiernos religiosos como los de Sudán y Afganistán, ante los atentados de Irlanda del Norte, Turquía, Kenia y Argentina, ante las luchas internas como en las ex repúblicas soviéticas musulmanas, en India, Nigeria, Sudáfrica y ante los movimientos separatistas del Cáucaso, Indonesia e Irlanda del Norte, en esta última donde se enfrentan protestantes y católicos desde el Siglo XVIII. Católicos, protestantes y musulmanes quieren resolver sus diferencias con sangre y todos quieren tener un Dios hecho a su medida, que los ampare y favorezca y que, también, los justifique en sus desmanes e intereses. Que en la realidad lo hemos visto hasta hoy en día.
Por otra parte, en “América Latina no menos de 30 partidos, con confesionalidades encubiertas, en los Parlamentos de Brasil, Perú, Guatemala o Colombia, son los nuevos adversarios del laicismo y la moral laica que es expresión de la universalidad de los derechos humanos, la tolerancia y la solidaridad.” -Esa realidad explica, - “en buena medida, que apenas el 25% de los latinoamericanos esté satisfecho con el funcionamiento del sistema democrático. Solo el fundamentalismo protestante cuenta, en Estados Unidos, para incidir en las preferencias políticas de los electores, con más de 200 compañías de televisión, 1.500 radioemisoras y una red de universidades, colegios y escuelas”.
Los grandes medios de comunicación, privados y comerciales, han pretendido reemplazar a los partidos políticos y no han podido persuadir que la democracia como está ya no responde a las necesidades de la población. El desequilibrio informativo y la marginación comunicativa mantienen la dependencia y bloquean las posibilidades de los ciudadanos para que participen, de alguna manera, sin interferencias indebidas, en la vida nacional de cada pueblo. La libertad de expresión de grandes sectores, está frecuentemente confiscada por grupos poderosos, aliados de fundamentalismos políticos, económicos y religiosos.
Por lo tanto, “el laicismo tendrá que renovar sus esfuerzos para contribuir a crear el clima necesario a fin de que, por lo menos en América Latina, con 500 millones de habitantes, y que en 30 años más crecerá en 200 millones, se expresen la tolerancia, la justicia social y el pleno derecho a la libertad de pensamiento y de conciencia.” La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, en su artículo 59, dice que “nadie podrá invocar creencias o disciplinas religiosas para eludir el cumplimiento de la ley ni para impedir a otro u otra el ejercicio de sus derechos”.
Han pasado casi 200 años de independencia de nuestros pueblos y aún fuertes sectores de la población viven en la miseria, sin que nadie les pueda escuchar su largo quejido por la justicia. Si bien más de 100 países se han desprendido de regímenes dictatoriales y violentos en los últimos 20 años y la mayor parte de la humanidad vive en democracia, todavía está muy lejos una situación satisfactoria. Se necesitarían más de 100 años para que un pobre, víctima de derechos fundamentales, como el trabajo mismo, pueda obtener para los suyos lo que un gerente de una transnacional gana en una o dos horas. El viejo Michelet decía, no sin razón, que el Siglo XVI descubrió al mundo y al hombre; desde entonces van siglos de atraso y pobreza, con tiempos como éstos de insólita desigualdad.
Por lo tanto, la plenitud del pensamiento libre y el humanismo en su expresión superior. “El laicismo es luchar por lo nuestro, es abrir las ventanas de la comprensión y la justicia y es luchar sin tregua contra todos los fanatismos, que perturban y distraen en la tarea común del bienestar irrevocable del hombre.” Esa es la meta ideal del laicismo.
El laicismo,”lentamente va liberando al hombre de la servidumbre conque han querido someterlo los movimientos fundamentalistas e integristas, -es una declaración que trasciende más allá de las fronteras.- En nombre de la infalibilidad literal de los textos Sagrados y la inamovilidad de las tradiciones se ha querido coartar la libertad de conciencia.” Pero no crea que sólo con la separación de la Iglesia y del Estado se logra un Estado Laico que reconozca de veras la libertad de conciencia y los derechos fundamentales del hombre, sino que se necesita, como base ineludible e inequívoca, una sociedad que crezca y se desarrolle en un ambiente de paz, diversidad y pluralidad en lo político y moral. Por lo tanto, es casi un mito que el Estado es laico o llegue a serlo, cierto?
Ahora bien, desde 1790, cuando se emprende la tarea de definir en América Latina los límites de nuestros Estados, tal como ocurrió en África y el Cercano Oriente, nuestras fronteras fueran trazadas según los intereses políticos y religiosos de los centros dominantes, sin tomar en cuenta las fronteras étnicas ni las regiones geohistóricas antiguas. “El único dogma, violentando la libertad de conciencia, terminó por imponer a la población sus convicciones arbitrarias y por dejar a los indígenas sin acceso a los centros urbanos, a los bienes y beneficios rurales. Aún hoy, con centenarios padecimientos, los indígenas suelen vivir 10 años menos.” Pero sin embargo, estas mismas etnias se han incorporado a diferentes dogmas y también todos aquellos que no somos de una etnia, hemos sido catalogados de usurpadores.
Así, el laicismo, por cierto, es patrimonio de la soberanía popular y de la libre determinación de hombres y mujeres, porque permite la emancipación de todos aquellos poderes que limitan la justicia, la libertad, educacional y religiosa y la expresión de todos los proyectos éticos contemporáneos. Sobre bases laicas, no místicas ni sectarias, las ideas pueden desarrollarse en un ambiente de comprensión y tolerancia sin imposiciones que lesionen y perturben el libre ejercicio del pensamiento. La sociedad no es un recinto teologal, sino un lugar de entendimiento humanista, de respeto a todas las creencias y base legítima del Estado.
En una sociedad que debe estimular la libertad individual y el derecho a la libre opción política, no pueden tener cabida el autoritarismo político ni el dogmatismo religioso. La ciencia, la educación, el arte, el gobierno y la creación en sí misma, suelen expresar opciones religiosas y políticas, pero no pueden estar limitados por la opresión del pensamiento arbitrario e intolerante. Después de la dura lucha desarrollada desde el siglo XVIII en que la iglesia y el estado se disputaron la escuela y la universidad, “el laicismo moderno ha tenido que levantarse frente al restauracionismo romano ante sus pretensiones de revitalizar a la iglesia como poder político y ha tenido que engrosar su voz respecto de las sectas y grupos religiosos excluyentes con signos de limpiezas étnicas.”
Se ha dicho que en los 40 años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), se registraron 88 guerras mientras que desde 1945 han estallado cerca de 200 guerras de alta intensidad, la mayor parte a consecuencia de conflictos étnicos y religiosos (Yugoslavia, Serbia, Ruanda, Somalia, Sudán, Burundi, Georgia, Chechenia, Timor Oriental, etc.), que han constituido peligros de la magnitud de los originados por la Guerra Fría (1949-1990).
Así, el laicismo a pesar de su inorganicidad, ha levantado su voz ante la formación de gobiernos religiosos como los de Sudán y Afganistán, ante los atentados de Irlanda del Norte, Turquía, Kenia y Argentina, ante las luchas internas como en las ex repúblicas soviéticas musulmanas, en India, Nigeria, Sudáfrica y ante los movimientos separatistas del Cáucaso, Indonesia e Irlanda del Norte, en esta última donde se enfrentan protestantes y católicos desde el Siglo XVIII. Católicos, protestantes y musulmanes quieren resolver sus diferencias con sangre y todos quieren tener un Dios hecho a su medida, que los ampare y favorezca y que, también, los justifique en sus desmanes e intereses. Que en la realidad lo hemos visto hasta hoy en día.
Por otra parte, en “América Latina no menos de 30 partidos, con confesionalidades encubiertas, en los Parlamentos de Brasil, Perú, Guatemala o Colombia, son los nuevos adversarios del laicismo y la moral laica que es expresión de la universalidad de los derechos humanos, la tolerancia y la solidaridad.” -Esa realidad explica, - “en buena medida, que apenas el 25% de los latinoamericanos esté satisfecho con el funcionamiento del sistema democrático. Solo el fundamentalismo protestante cuenta, en Estados Unidos, para incidir en las preferencias políticas de los electores, con más de 200 compañías de televisión, 1.500 radioemisoras y una red de universidades, colegios y escuelas”.
Los grandes medios de comunicación, privados y comerciales, han pretendido reemplazar a los partidos políticos y no han podido persuadir que la democracia como está ya no responde a las necesidades de la población. El desequilibrio informativo y la marginación comunicativa mantienen la dependencia y bloquean las posibilidades de los ciudadanos para que participen, de alguna manera, sin interferencias indebidas, en la vida nacional de cada pueblo. La libertad de expresión de grandes sectores, está frecuentemente confiscada por grupos poderosos, aliados de fundamentalismos políticos, económicos y religiosos.
Por lo tanto, “el laicismo tendrá que renovar sus esfuerzos para contribuir a crear el clima necesario a fin de que, por lo menos en América Latina, con 500 millones de habitantes, y que en 30 años más crecerá en 200 millones, se expresen la tolerancia, la justicia social y el pleno derecho a la libertad de pensamiento y de conciencia.” La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, en su artículo 59, dice que “nadie podrá invocar creencias o disciplinas religiosas para eludir el cumplimiento de la ley ni para impedir a otro u otra el ejercicio de sus derechos”.
Han pasado casi 200 años de independencia de nuestros pueblos y aún fuertes sectores de la población viven en la miseria, sin que nadie les pueda escuchar su largo quejido por la justicia. Si bien más de 100 países se han desprendido de regímenes dictatoriales y violentos en los últimos 20 años y la mayor parte de la humanidad vive en democracia, todavía está muy lejos una situación satisfactoria. Se necesitarían más de 100 años para que un pobre, víctima de derechos fundamentales, como el trabajo mismo, pueda obtener para los suyos lo que un gerente de una transnacional gana en una o dos horas. El viejo Michelet decía, no sin razón, que el Siglo XVI descubrió al mundo y al hombre; desde entonces van siglos de atraso y pobreza, con tiempos como éstos de insólita desigualdad.
Por lo tanto, la plenitud del pensamiento libre y el humanismo en su expresión superior. “El laicismo es luchar por lo nuestro, es abrir las ventanas de la comprensión y la justicia y es luchar sin tregua contra todos los fanatismos, que perturban y distraen en la tarea común del bienestar irrevocable del hombre.” Esa es la meta ideal del laicismo.
Nota: Referencia al encuentro de laicisco 2004.
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