”¿Por qué se ha de juzgar mi libertad por conciencia de otro?” (Apóstol Pablo)
En mas de una oportunidad fui invitado a un medio escrito y radial local o nacional para conversar o escribir temas del quehacer de un asesor en el tema religioso, también el canal Mega del departamento de prensa para referirme de la situación del hijo menor del Reverendo Jorge Vásquez Daza pero sin embargo, aun no he asistido ,y no creo necesario hacerlo, inclusive la radio Libertad de Maipú en la persona de su director mi invitó exclusivamente para referirme sobre el tema valorico y ético de la píldora del “día después”, en eso momento no creí prudente hablar de ese tema valorico menos el caso del hijo del reverendo.
Ahora bien, las píldora del “día después” ( Levenorgestral, LNG) ha traído posturas antagónicas, pragmática, liberales laicas, hasta los mas dogmáticos y hasta opiniones de un país pacato, por otro lado, los juicios éticos o valoricos de las Instituciones Religiosas del país, merecen todo el respeto, pero esto no significa que comparta su juicio ético valorico al respecto.por otro lado, se ha ido levantando mas vuelo a medida que transcurren los días sin saber todavía cual será su definitivo aterrizaje y las implicancias que este conlleva.
Por otra parte, mientras tanto, la polémica por decirlo así, se aviva silenciosamente y discretamente por ahora en las homilías de las iglesias evangélicas (y por cierto, no me cabe ninguna duda que también en las iglesias de otros credos),La iglesia evangélica no cuenta con suficiente voz, en el plano comunicacional, para dejar oír su voz en este tipo de materias del todo opinable. Agréguese a- ello y tristemente el sinnúmero de grupos o denominaciones en que se encuentre dividida, complicando aún más su expresión pública. Por otro lado, paradójicamente, nuestro actual protestantismo (evangélicos), es coincidente en un sinnúmero de temas valóricos y éticos a los cuales no siempre el público tiene acceso ya que dicha información transita, normalmente, por conductos internos aprobados, muchas veces, por simple mayoría, es decir, aún no hay decisión consensuada (y creo que ello no será posible). El tema, por su naturaleza, exige que hagamos algunas referencias previas a fin de comprender, lo mejor posible, la mentalidad protestante o evangélica para luego intentar una conclusión, diríamos, por ahora, de carácter provisorio. Nos interesan destacar: los protestantes y la Biblia, Biblia y el “día después”.
Los protestantes y la Biblia
En primer lugar, a ver que se entiende la ¿Consistencia bíblica? El protestante o evangélico hace de la Biblia su “regla de fe y práctica”. Por sobre la Biblia no existe nada más en materia religiosa y moral. Para él, la única autoridad es la “sola scriptura”, según el decir de Martín Lutero. Hablar de concilio, encíclica y magisterio, etc. tiene efecto y valor sólo para la Institución Religiosa que la ha aprobado. Pero sin embargo, ¿ hasta qué punto el evangélico es consecuente con la llamada “autoridad bíblica” como autoridad final sobre todo en temas de carácter valóricos? A decir verdad, y siendo consecuentes con dicha afirmación, la práctica nos dice que ello está muy lejos de ser una realidad. Basta con expresiones como “es acuerdo de la última (o tal) conferencia”, o bien: “lo dijo la junta o el concilio”, y los más sumisos se refieren a: “lo dijo mi obispo”. Y en materia legislativa o normas que responden al interés nacional (o internacional), son aceptadas sin mayor dilación.
Además, muchos evangélicos orgullosamente hacen su “presentación” mencionando la personalidad jurídica de su iglesia, y según sea el caso, invocan leyes y decretos que favorezcan sus intereses, pese a ser dictadas. Esto quiere decir que existen asuntos de orden moral, intelectual e incluso ético que escapan al escrutinio de la Biblia.
Por la cual, “son materias del ámbito humano y temporal. ¿Está todo dicho, por ejemplo, sobre el tema del divorcio en la Biblia? ¿Qué del denominado “privilegio paulino” en 1ª Corintios cap. 7? El mismo apóstol confiesa no tener mandamiento (inspiración) de Dios, sino que lo dice “por vía de concesión”. Es decir, se trata de su parecer personal, de una opinión particular. Y es tan honesto consigo mismo y con sus lectores (año 56 DC. aprox.) Que admite no estar autorizado para prescribir algo tan serio e importante en la armonía matrimonial.”
La Biblia debe ser inteligentemente interpretada (no me refiero a la hermenéutica) para que su aplicación, en asuntos prácticos, responda a una exactitud correspondiente con el sentir humano (por cierto esta lo espiritual). Es aquí cuando tiene que operar el buen criterio, la información ilustrada y la sabiduría práctica en lugar de las disposiciones dogmáticas, intolerantes y deshumanizante que se observa en ciertas autoridades eclesiásticas, sobre todo si de por medio están investidas que no han sufrido en carne propia las penurias, las agresiones y hasta los peligros de un matrimonio mal avenido, y a pesar de ello, siguen insistiendo en unir lo que, tal vez, Dios nunca unió.
Los vacíos que para algunos deja la Biblia en la vida del hombre deben ser llenados por el esfuerzo, la sabiduría, la ponderación, la investigación y el estudio reflexivo encargados a hombres y organismos competentes dentro de sus disciplinas donde los legos no tienen porqué inmiscuirse sobre todo cuando lo hacen a nombre de tal o cual fe (o no fe). Pero tampoco, nuestros eruditos deben aureolarse a tal punto que olviden el valor de la humildad y hagan oídos sordos en la disidencia, en la cual, es siempre recomendable ejercicio democrático. Muchos consensos se lograrían si supiéramos escuchar a tiempo en vez de mandar a todos al infierno, ¿cierto?.
La Biblia y el “día después
En segundo lugar, la Biblia y el “día después”. Por cierto que se trata del día después de una relación sexual. Ténganlo por seguro, que tal expresión no aparece en ninguna parte de la Biblia. Las referencias en el proceso de la procreación, generalmente, se hacen de manera eufemística. Así se habla de “allegarse a su mujer”, “concibió” y “dio a luz”, “matriz”, “vientre”, etc. Tal vez lo más cercano al tema de la “anidación del embrión” es una referencia posterior a la unión de gametos, como “embrión”, o simplemente “feto”. David, rey judío, en una iluminada referencia poética dice: “Tú, (Dios) formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre... no fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas..." (Salmo 139) y siglos antes; El patriarca Job, en uno de sus muchos lamentos reflexionaba así: (Dios) “¿No me vaciaste como leche y como queso me cuajaste? Me vestiste de piel y carne y me tejiste con huesos y nervios..."
Por último, a decir verdad, las opiniones, en el contexto cristiano evangélico, están notoriamente divididas e incluso más, diríamos, que la gran mayoría de sus estudiosos, no tienen opinión. Un gran número de ellos cree, al igual que la iglesia católica, que “los embriones poseen estatus de personas desde el mismo instante de su concepción”, en cambio, la gran mayoría “piensan que tal momento coincide con la implantación en el útero materno o con una fase posterior al desarrollo”.
Súmase a dicha la credibilidad y seriedad que nos merecen las disposiciones avaladas por distinguidos genetistas nacionales e internacionales (OMS) en el sentido que el fármaco en controversia, habiendo sido ya aprobado por el Instituto de Salud Pública (ISP), no desempeña ninguna función abortiva, y que su única finalidad es impedir él implante del óvulo fecundado o el bloqueo del proceso ovulatorio, ingerido durante las primeras 72 horas después de la relación sexual, sobre todo si hay sospechas de un posible embarazo como sería el caso de violación o el contagio de sida. Se trata, pues, como lo han sostenido desde un principio las autoridades competentes de la salud, de un anticonceptivo de emergencia, administrado por especialistas. Por lo demás, su uso ya es administrado en casos menores y conocido por las mujeres, nadie o muy pocos, han objetado su uso. ¿Por qué ahora?
Ahora bien, la actitud del pueblo evangélico, en general, en temas valóricos, ha sido de equilibrio, no porque no tengan principios u opiniones que dar a conocer, sino que su formación espiritual es muy distinta a las demás. Es abierta y comprensiva frente al sufrimiento humano, y ello no significa arriar banderas éticas ni teológicas. Respetuosos de la vida y condición humanas, prestan especial atención al estatus de la mujer en nuestra sociedad. Básicamente, son ellas, las que deben decidir el destino de sus posibles embarazos forzados y atentatorios a su dignidad como hijas de Dios.
Por otra parte, ¿alguien le ha preguntado a un oponente de los anticonceptivos de cuál sería su reacción si su propia esposa, hija o hermana sufrieran una vil agresión sexual? Si son consecuentes con su prédica, tendrían que proteger y dejar que la gestación siguiera su curso normal y esperar el “resultado” a los nueve meses. Aprensiones como estas, humanas y aterrizadas, son suficientes para dejar decidir libremente al hombre sin más sujeción que el impulso que da una conciencia bien ilustrada.
Y también, ¿qué implicancias prácticas podría tener en aquellos casos dolorosos que nos plantean la violación, el peligro de la vida de la madre o las técnicas de reproducción asistida? Desde nuestra óptica, la anidación no es posible valorar éticamente de la misma manera que la interrupción del embarazo antes de la implantación, que el aborto realizado después de la misma porque “una cosa es impedir la anidación y la otra distinta destruir un embrión ya anidado e individualizado”, y esa es la función que cumple el fármaco en cuestión, de manera que nuestra conciencia debe estar tranquila, sobre todo la conciencia de las mujeres que lo usen en casos de emergencia (y no como práctica abortiva).
Finalmente, diremos que si ahora nos está preocupando el “día después”, también es de justicia nos preguntemos ¿qué estamos haciendo con nuestros hijos, con nuestra juventud y con nuestra sociedad para evitar que llegue ese “día después” no deseado?
Si las Instituciones Religiosas, si las instituciones de carácter ético e incluso nuestra actual educación de país soslayan temas valóricos como el planteado, estaremos formando una sociedad pacata, insensible, irrespetuosa y antivalórica con consecuencias difíciles de prever. Es hora que aprendamos a aceptar que para el hombre de este siglo 21 no debiera existir temas tabúes, ni de investigación exclusiva, sobre todo si nos interesa el tema del hombre. Entonces, ¿qué de aquella sentencia bíblica de amar al prójimo como a uno mismo?
En mas de una oportunidad fui invitado a un medio escrito y radial local o nacional para conversar o escribir temas del quehacer de un asesor en el tema religioso, también el canal Mega del departamento de prensa para referirme de la situación del hijo menor del Reverendo Jorge Vásquez Daza pero sin embargo, aun no he asistido ,y no creo necesario hacerlo, inclusive la radio Libertad de Maipú en la persona de su director mi invitó exclusivamente para referirme sobre el tema valorico y ético de la píldora del “día después”, en eso momento no creí prudente hablar de ese tema valorico menos el caso del hijo del reverendo.
Ahora bien, las píldora del “día después” ( Levenorgestral, LNG) ha traído posturas antagónicas, pragmática, liberales laicas, hasta los mas dogmáticos y hasta opiniones de un país pacato, por otro lado, los juicios éticos o valoricos de las Instituciones Religiosas del país, merecen todo el respeto, pero esto no significa que comparta su juicio ético valorico al respecto.por otro lado, se ha ido levantando mas vuelo a medida que transcurren los días sin saber todavía cual será su definitivo aterrizaje y las implicancias que este conlleva.
Por otra parte, mientras tanto, la polémica por decirlo así, se aviva silenciosamente y discretamente por ahora en las homilías de las iglesias evangélicas (y por cierto, no me cabe ninguna duda que también en las iglesias de otros credos),La iglesia evangélica no cuenta con suficiente voz, en el plano comunicacional, para dejar oír su voz en este tipo de materias del todo opinable. Agréguese a- ello y tristemente el sinnúmero de grupos o denominaciones en que se encuentre dividida, complicando aún más su expresión pública. Por otro lado, paradójicamente, nuestro actual protestantismo (evangélicos), es coincidente en un sinnúmero de temas valóricos y éticos a los cuales no siempre el público tiene acceso ya que dicha información transita, normalmente, por conductos internos aprobados, muchas veces, por simple mayoría, es decir, aún no hay decisión consensuada (y creo que ello no será posible). El tema, por su naturaleza, exige que hagamos algunas referencias previas a fin de comprender, lo mejor posible, la mentalidad protestante o evangélica para luego intentar una conclusión, diríamos, por ahora, de carácter provisorio. Nos interesan destacar: los protestantes y la Biblia, Biblia y el “día después”.
Los protestantes y la Biblia
En primer lugar, a ver que se entiende la ¿Consistencia bíblica? El protestante o evangélico hace de la Biblia su “regla de fe y práctica”. Por sobre la Biblia no existe nada más en materia religiosa y moral. Para él, la única autoridad es la “sola scriptura”, según el decir de Martín Lutero. Hablar de concilio, encíclica y magisterio, etc. tiene efecto y valor sólo para la Institución Religiosa que la ha aprobado. Pero sin embargo, ¿ hasta qué punto el evangélico es consecuente con la llamada “autoridad bíblica” como autoridad final sobre todo en temas de carácter valóricos? A decir verdad, y siendo consecuentes con dicha afirmación, la práctica nos dice que ello está muy lejos de ser una realidad. Basta con expresiones como “es acuerdo de la última (o tal) conferencia”, o bien: “lo dijo la junta o el concilio”, y los más sumisos se refieren a: “lo dijo mi obispo”. Y en materia legislativa o normas que responden al interés nacional (o internacional), son aceptadas sin mayor dilación.
Además, muchos evangélicos orgullosamente hacen su “presentación” mencionando la personalidad jurídica de su iglesia, y según sea el caso, invocan leyes y decretos que favorezcan sus intereses, pese a ser dictadas. Esto quiere decir que existen asuntos de orden moral, intelectual e incluso ético que escapan al escrutinio de la Biblia.
Por la cual, “son materias del ámbito humano y temporal. ¿Está todo dicho, por ejemplo, sobre el tema del divorcio en la Biblia? ¿Qué del denominado “privilegio paulino” en 1ª Corintios cap. 7? El mismo apóstol confiesa no tener mandamiento (inspiración) de Dios, sino que lo dice “por vía de concesión”. Es decir, se trata de su parecer personal, de una opinión particular. Y es tan honesto consigo mismo y con sus lectores (año 56 DC. aprox.) Que admite no estar autorizado para prescribir algo tan serio e importante en la armonía matrimonial.”
La Biblia debe ser inteligentemente interpretada (no me refiero a la hermenéutica) para que su aplicación, en asuntos prácticos, responda a una exactitud correspondiente con el sentir humano (por cierto esta lo espiritual). Es aquí cuando tiene que operar el buen criterio, la información ilustrada y la sabiduría práctica en lugar de las disposiciones dogmáticas, intolerantes y deshumanizante que se observa en ciertas autoridades eclesiásticas, sobre todo si de por medio están investidas que no han sufrido en carne propia las penurias, las agresiones y hasta los peligros de un matrimonio mal avenido, y a pesar de ello, siguen insistiendo en unir lo que, tal vez, Dios nunca unió.
Los vacíos que para algunos deja la Biblia en la vida del hombre deben ser llenados por el esfuerzo, la sabiduría, la ponderación, la investigación y el estudio reflexivo encargados a hombres y organismos competentes dentro de sus disciplinas donde los legos no tienen porqué inmiscuirse sobre todo cuando lo hacen a nombre de tal o cual fe (o no fe). Pero tampoco, nuestros eruditos deben aureolarse a tal punto que olviden el valor de la humildad y hagan oídos sordos en la disidencia, en la cual, es siempre recomendable ejercicio democrático. Muchos consensos se lograrían si supiéramos escuchar a tiempo en vez de mandar a todos al infierno, ¿cierto?.
La Biblia y el “día después
En segundo lugar, la Biblia y el “día después”. Por cierto que se trata del día después de una relación sexual. Ténganlo por seguro, que tal expresión no aparece en ninguna parte de la Biblia. Las referencias en el proceso de la procreación, generalmente, se hacen de manera eufemística. Así se habla de “allegarse a su mujer”, “concibió” y “dio a luz”, “matriz”, “vientre”, etc. Tal vez lo más cercano al tema de la “anidación del embrión” es una referencia posterior a la unión de gametos, como “embrión”, o simplemente “feto”. David, rey judío, en una iluminada referencia poética dice: “Tú, (Dios) formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre... no fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas..." (Salmo 139) y siglos antes; El patriarca Job, en uno de sus muchos lamentos reflexionaba así: (Dios) “¿No me vaciaste como leche y como queso me cuajaste? Me vestiste de piel y carne y me tejiste con huesos y nervios..."
Por último, a decir verdad, las opiniones, en el contexto cristiano evangélico, están notoriamente divididas e incluso más, diríamos, que la gran mayoría de sus estudiosos, no tienen opinión. Un gran número de ellos cree, al igual que la iglesia católica, que “los embriones poseen estatus de personas desde el mismo instante de su concepción”, en cambio, la gran mayoría “piensan que tal momento coincide con la implantación en el útero materno o con una fase posterior al desarrollo”.
Súmase a dicha la credibilidad y seriedad que nos merecen las disposiciones avaladas por distinguidos genetistas nacionales e internacionales (OMS) en el sentido que el fármaco en controversia, habiendo sido ya aprobado por el Instituto de Salud Pública (ISP), no desempeña ninguna función abortiva, y que su única finalidad es impedir él implante del óvulo fecundado o el bloqueo del proceso ovulatorio, ingerido durante las primeras 72 horas después de la relación sexual, sobre todo si hay sospechas de un posible embarazo como sería el caso de violación o el contagio de sida. Se trata, pues, como lo han sostenido desde un principio las autoridades competentes de la salud, de un anticonceptivo de emergencia, administrado por especialistas. Por lo demás, su uso ya es administrado en casos menores y conocido por las mujeres, nadie o muy pocos, han objetado su uso. ¿Por qué ahora?
Ahora bien, la actitud del pueblo evangélico, en general, en temas valóricos, ha sido de equilibrio, no porque no tengan principios u opiniones que dar a conocer, sino que su formación espiritual es muy distinta a las demás. Es abierta y comprensiva frente al sufrimiento humano, y ello no significa arriar banderas éticas ni teológicas. Respetuosos de la vida y condición humanas, prestan especial atención al estatus de la mujer en nuestra sociedad. Básicamente, son ellas, las que deben decidir el destino de sus posibles embarazos forzados y atentatorios a su dignidad como hijas de Dios.
Por otra parte, ¿alguien le ha preguntado a un oponente de los anticonceptivos de cuál sería su reacción si su propia esposa, hija o hermana sufrieran una vil agresión sexual? Si son consecuentes con su prédica, tendrían que proteger y dejar que la gestación siguiera su curso normal y esperar el “resultado” a los nueve meses. Aprensiones como estas, humanas y aterrizadas, son suficientes para dejar decidir libremente al hombre sin más sujeción que el impulso que da una conciencia bien ilustrada.
Y también, ¿qué implicancias prácticas podría tener en aquellos casos dolorosos que nos plantean la violación, el peligro de la vida de la madre o las técnicas de reproducción asistida? Desde nuestra óptica, la anidación no es posible valorar éticamente de la misma manera que la interrupción del embarazo antes de la implantación, que el aborto realizado después de la misma porque “una cosa es impedir la anidación y la otra distinta destruir un embrión ya anidado e individualizado”, y esa es la función que cumple el fármaco en cuestión, de manera que nuestra conciencia debe estar tranquila, sobre todo la conciencia de las mujeres que lo usen en casos de emergencia (y no como práctica abortiva).
Finalmente, diremos que si ahora nos está preocupando el “día después”, también es de justicia nos preguntemos ¿qué estamos haciendo con nuestros hijos, con nuestra juventud y con nuestra sociedad para evitar que llegue ese “día después” no deseado?
Si las Instituciones Religiosas, si las instituciones de carácter ético e incluso nuestra actual educación de país soslayan temas valóricos como el planteado, estaremos formando una sociedad pacata, insensible, irrespetuosa y antivalórica con consecuencias difíciles de prever. Es hora que aprendamos a aceptar que para el hombre de este siglo 21 no debiera existir temas tabúes, ni de investigación exclusiva, sobre todo si nos interesa el tema del hombre. Entonces, ¿qué de aquella sentencia bíblica de amar al prójimo como a uno mismo?
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